Un elemento necesario para lograr
un cambio positivo en el estilo y calidad de vida de la persona, que haga
posible el objetivo de que la conducta problemática sea irrelevante es establecer
una relación positiva (Carr, 1996). Una relación positiva se caracteriza por la
cercanía y el agrado mutuo, e implica un incremento de la relación y de nuestra
capacidad para ofrecer ayuda. Normalmente las personas que presentan alguna
conducta problemática pueden sufrir, como consecuencia de ella, el
distanciamiento, cuando no el aislamiento, de las demás persona, incluidos algunos
profesionales de apoyo. Para establecer una relación positiva el primer paso es
convertirnos en una señal de refuerzo positivo para la persona. Tratamos de que
nos asocie a actividades personas o cosas valoradas por el individuo. Este proceso
facilita que cambien los sentimientos de esa persona hacia nosotros y su forma
de vernos como alguien con quien merece la pena relacionarse. La forma de iniciar este proceso es bien
sencilla, se trata de proporcionar objetos, actividades y situaciones agradables para el individuo,
sin pedir nada a cambio, si exigirle una
manera específica de pedir lo que le estamos proporcionado. La idea es
interactuar y compartir cosas agradables y crear asi una base donde enseñar
alternativas a la conducta problemática. Si ponemos en marcha este proceso, muy
pronto la persona nos atenderá más, estará más pendiente de lo que hacemos de cómo
nos desplazamos, de a quién nos dirigimos, etc. A partir de este momento hay
que asegurarse de uq el apropia persona iniciara interacciones hacia nosotros
por sí mismo ¿cómo? Acercándonos a la persona, mirándola y esperando a que ella
inicie cualquier acto que interpretemos con un intento por interactuar con
nosotros. Esta estrategia se denomina “espera estructurada” porque previamente
hemos establecido la estructura básica para la comunicación creando la expectativa
en la persona de que le vamos a facilitar los objetos, actividades, etc. que
desea.
La relación positiva consiste por
tanto en demostrar a la persona, que estamos dispuestos a relacionarnos con
ella y hacer que se sienta mejor en aquellos lugares donde conviva, aprenda o
trabaje con nosotros. Pero par que esa relación sea estable a los demás (Carr,
et. al. 1996). No se trata en este momento de enseñarla habilidades específicas
de interacción social, aspecto que será abordado cuando hablemos del co9mponente de enseñanza
de habilidades alternativas. Se trata, en esta fase, de analizar los elementos
del aspecto físico de la persona que nos hacen más difícil iniciar contactos
sociales con él o ella. Por ejemplo, puede que la persona cuide muy poco su
forma de vestir, que no se peine nunca
que no procure estar limpio, o que siempre tenga los mocos colgando. La apariencia
personal no es algo superficial o accesorio, ya que cuando vemos a alguien cuyo
aspecto nos desagrada es fácil tener
expectativas más bajas sobre lo que
puede hacer o aportar en un intercambio social. Además un mal aspecto físico es
degradante y contraproducente, porque limita las posibilidades de acceder a
experiencia sociales y por qué puede llevar a la persona a la marginación social.
Cada uno de los miembros del equipo de apoyo debe analizar los aspectos específicos por lo que la persona con
comportamientos problemático le resulta poco agradable y desarrollar
estrategias concretas para eliminarlos. Por último, antes de tomar otras decisiones
y acuerdos sobre otros elementos
importantes para lograr un cambio positivo en el estilo de vida de la persona, cada miembro del equipo de apoyo ha de
esforzarse por encontrar intereses comunes con la persona con comportamiento problemático.
Así se lograra mejorar el estilo de nuestra relación con la persona, habrá más
posibilidades de proporcionar experiencias enriquecedoras y será posible que la
persona pueda experimentar un mayor control sobre su vida.
Texto extraido del manual de Apoyo Conductual Positvo de la junta de Castilla y León
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